Historia de terror para hámsters

Capítulo 1

Todo empezó el día que mamá me tuvo a mi junto con mis seis hermanos (fuimos una camada pequeña), John, Roberto, Carlos, Jorge, Gabriel y Gregorio .Yo me llamo  Will, aunque ese nombre no lo usaría demasiado tiempo .Nacimos en una pequeña y modesta tienda de animales de un pequeño y ya medio olvidado centro comercial, su dueño, Marcos, era un señor algo mayor pero que mantenía su tienda con gran dignidad y con un número de compradores asiduos que le permitían mantener la tienda .Durante tres meses disfrute de los cuidados de mamá en lo personal y jugué con mis hermanos todo lo que quise, se acercaba a veces gente a vernos y a mi m encantaba hacer el bobo delante del cristal y jugar con mis hermanos bajo la atenta mirada de mis espectadores, y en lo menos personal disfruté de los cuidados de Marcos, que nos cambiaba el serrín a diario para que estuviésemos cómodos, nos ponía la mejor comida de la tienda y nos cambiaba el agua en cuanto empezaba a ponerse algo turbia. Pero todo esto cambió cuando un día vinieron unos niños y después de estar un rato mirándonos jugar se llevaron a  John a Roberto y a Jorge, nunca volvimos a saber nada de ellos ,así que suponemos que no tenían opción de escribirnos ni nada parecido. Al cabo de un mes ya solo quedábamos yo y Carlos, y ya no me gustaba tanto la gente, y cuando venían a vernos yo deseaba que se fueran y nos dejasen solos, Marcos seguía cuidándonos muy bien así que eso , al menos , me reconfortaba un poco. Un día cualquiera vino una familia, eran dos hijos, un niño de unos quince años y una niña de unos diez años, con sus padres, y tras un rato viéndonos juguetear, el chico no dejaba de señalar mis ojos, decía algo de mis ojos rojos y de mi albinez, parecía que le hacía gracia y le gustaba, a la niña sin embargo no le hacía mucha gracia mi aspecto y prefería a mi hermano Carlos, de un color marrón muy típico, Marcos nos sacó de la jaula, nos metió en una especia de cajita con rejillas toda hecha de cartón y que no paró de moverse hasta que llegamos a nuestro nuevo “hogar”. A partir de ahí todo fue cada vez a peor.